La Biblia hoy - Reina Valera 1995
Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año
Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:
Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.
Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.
Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?
Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.
Capítulo 25
David y Abigail
1Por entonces murió Samuel. Todo Israel se congregó para llorarlo y lo sepultaron en su casa, en Ramá. Entonces se levantó David y se fue al desierto de Parán. 2En Maón había un hombre que tenía su hacienda en Carmel. Era muy rico, tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba esquilando sus ovejas en Carmel. 3Aquel hombre se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Aquella mujer era de buen entendimiento y hermosa apariencia, pero el hombre era rudo y de mala conducta; era del linaje de Caleb. 4Supo David en el desierto que Nabal esquilaba sus ovejas. 5Entonces envió David diez jóvenes y les dijo: Subid al Carmel e id a Nabal; saludadlo en mi nombre 6y decidle: Paz a ti, a tu familia, y paz a todo cuanto tienes. 7He sabido que tienes esquiladores. Ahora bien, tus pastores han estado con nosotros; no los tratamos mal ni les faltó nada en todo el tiempo que han estado en Carmel. 8Pregunta a tus criados y ellos te lo dirán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia a tus ojos, porque hemos venido en buen día; te ruego que des lo que tengas a mano a tus siervos y a tu hijo David. 9Los jóvenes enviados por David fueron y dijeron a Nabal todas estas cosas en nombre de David, y callaron. 10Pero Nabal respondió a los jóvenes enviados por David:—¿Quién es David, quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores. 11¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son? 12Los jóvenes que había enviado David, dando media vuelta, tomaron el camino de regreso. Cuando llegaron a donde estaba David, le dijeron todas estas cosas. 13Entonces David dijo a sus hombres: Cíñase cada uno su espada. Cada uno se ciñó su espada y también David se ciñó la suya. Subieron tras David unos cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con el bagaje. 14Pero uno de los criados avisó a Abigail, mujer de Nabal, diciendo: Mira que David ha enviado mensajeros del desierto para saludar a nuestro amo, y él los ha despreciado. 15Aquellos hombres han sido muy buenos con nosotros, y cuando estábamos en el campo nunca nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el tiempo que anduvimos con ellos. 16Muro fueron para nosotros de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas. 17Ahora, pues, reflexiona y mira lo que has de hacer, porque ya está decidida la ruina de nuestro amo y de toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle. 18Tomó Abigail a toda prisa doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo sobre unos asnos. 19Luego dijo a sus criados: Id delante de mí, y yo os seguiré luego. Pero nada declaró a su marido Nabal. 20Montada en un asno, descendió por una parte secreta del monte, mientras David y sus hombres venían en dirección a ella; y ella les salió al encuentro. 21David había comentado: Ciertamente en vano he guardado en el desierto todo lo que este hombre tiene, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha devuelto mal por bien. 22Traiga Dios sobre los enemigos de David el peor de los castigos, que de aquí a mañana no he de dejar con vida ni a uno solo de los que están con él. 23Cuando Abigail vio a David, se bajó en seguida del asno; inclinándose ante David, se postró en tierra, 24y echándose a sus pies le dijo:
—¡Que caiga sobre mí el pecado!, señor mío, pero te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva. 25No haga caso ahora mi señor de ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. Él se llama Nabal, y la insensatez lo acompaña; pero yo, tu sierva, no vi a los jóvenes que tú enviaste. 26Ahora pues, señor mío, ¡vive Jehová, y vive tu alma!, que Jehová te ha impedido venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran el mal contra mi señor. 27En cuanto a este presente que tu sierva te ha traído, que sea dado a los hombres que siguen a mi señor. 28Te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová hará de cierto una casa perdurable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y no vendrá mal sobre ti en todos tus días. 29Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será atada al haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, mientras que él arrojará las vidas de tus enemigos como quien las tira con el cuenco de una honda. 30Cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca como príncipe sobre Israel, 31entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado con tu propia mano. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haya favorecido a mi señor, acuérdate de tu sierva. 32Entonces David dijo a Abigail:
—Bendito sea Jehová, Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontraras. 33Bendito sea tu razonamiento y bendita tú, que me has impedido hoy derramar sangre y vengarme por mi propia mano. 34Porque, ¡vive Jehová, Dios de Israel!, que me ha impedido hacerte mal, que de no haberte dado prisa en venir a mi encuentro, mañana por la mañana no le habría quedado con vida a Nabal ni un solo hombre. 35David recibió de sus manos lo que le había traído, y le dijo:
—Sube en paz a tu casa, pues he escuchado tu petición y te la he concedido. 36Cuando Abigail volvió adonde estaba Nabal, este estaba celebrando en su casa un banquete como de rey. Nabal estaba alegre y completamente ebrio, por lo cual ella no le dijo absolutamente nada hasta el día siguiente. 37Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían pasado los efectos del vino, le contó su mujer estas cosas; entonces se le apretó el corazón en el pecho, y se quedó como una piedra. 38Diez días después, Jehová hirió a Nabal, y este murió. 39Luego de oir David que Nabal había muerto, dijo: Bendito sea Jehová, que juzgó la causa de la afrenta que recibí de manos de Nabal, y ha preservado del mal a su siervo. Jehová ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su propia cabeza. Después mandó David a decir a Abigail que quería tomarla por mujer. 40Los siervos de David se presentaron ante Abigail en Carmel y le hablaron diciendo:
—David nos envía para tomarte por mujer. 41Ella se levantó, se postró rostro en tierra, y dijo:
—Aquí tienes a tu sierva, que será una sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor. 42Se levantó luego Abigail y, acompañada de las cinco doncellas que la servían, montó en un asno, siguió a los mensajeros de David, y fue su mujer. 43También tomó David a Ahinoam de Jezreel, y ambas fueron sus mujeres. 44Porque Saúl había dado a su hija Mical, mujer de David, a Palti hijo de Lais, que era de Galim.
Capítulo 26
David perdona la vida a Saúl en Zif
1Llegaron, pues, los zifeos adonde estaba Saúl, en Gabaa, diciendo: ¿No está David escondido en el collado de Haquila, al oriente del desierto? 2Entonces Saúl se levantó y descendió al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. 3Acampó Saúl en el collado de Haquila, que está junto al camino, al oriente del desierto. Andaba David por el desierto, y advirtió que Saúl entraba a perseguirlo en el desierto, 4por lo que envió unos espías, y supo con certeza que Saúl había llegado. 5Se levantó luego David y fue al sitio donde Saúl había acampado. Observó el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el pueblo acampaba en derredor suyo. 6Entonces David dijo a Ahimelec, el heteo, y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab:—¿Quién descenderá conmigo al campamento donde está Saúl?
Abisai dijo:
—Yo descenderé contigo. 7David y Abisai fueron, pues, de noche adonde estaba el ejército. Saúl se hallaba tendido durmiendo en el campamento, con su lanza clavada en tierra a su cabecera; Abner y el ejército estaban tendidos alrededor de él. 8Entonces dijo Abisai a David:
—Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tus manos; ahora, pues, déjame que lo hiera con la lanza: lo clavaré en tierra de un golpe, y no le hará falta un segundo golpe. 9David respondió a Abisai:
—No lo mates; porque ¿quién extenderá impunemente su mano contra el ungido de Jehová? 10Dijo además David:
—¡Vive Jehová!, que si Jehová no lo hiriera (sea que le llegue su día y muera, o descienda a la batalla y perezca), 11guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová. Pero ahora toma la lanza que está a su cabecera y la vasija de agua, y vámonos. 12Se llevó, pues, David la lanza y la vasija de agua de la cabecera de Saúl y se fueron. No hubo nadie que los viera, ni se diera cuenta, ni se despertara, pues todos dormían; porque había caído sobre ellos un profundo sueño enviado por Jehová. 13Luego pasó David al lado opuesto y se puso en la cumbre del monte a lo lejos, de manera que había una gran distancia entre ellos. 14Y gritó David al pueblo y a Abner hijo de Ner, diciendo:
—¿No respondes, Abner?
Abner respondió:
—¿Quién eres tú que gritas al rey? 15Entonces dijo David a Abner:
—¿No eres tú un hombre? ¿Quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has guardado al rey tu señor? Porque uno del pueblo ha entrado a matar a tu señor el rey. 16Esto que has hecho no está bien. ¡Vive Jehová!, que sois dignos de muerte, porque no habéis guardado a vuestro señor, al ungido de Jehová. Mira ahora dónde está la lanza del rey y la vasija de agua que tenía a su cabecera. 17Reconociendo Saúl la voz de David, dijo:
—¿No es esta tu voz, David, hijo mío?
David respondió:
—Sí, es mi voz, rey y señor mío. 18Y añadió:
—¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué mal hay en mis manos? 19Ruego, pues, que el rey mi señor oiga ahora las palabras de su siervo. Si es Jehová quien te instiga contra mí, que acepte él la ofrenda; pero si son los hombres, malditos sean ellos en presencia de Jehová, porque me han expulsado hoy para que no tenga parte en la heredad de Jehová, diciéndome: Ve y sirve a dioses ajenos. 20Que no caiga, pues, ahora mi sangre en tierra delante de Jehová, porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga, como quien persigue una perdiz por los montes. 21Entonces dijo Saúl:
—He pecado; vuelve, David, hijo mío, que ya no te haré ningún mal, porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He obrado neciamente, he cometido un gran error. 22David respondió:
—Aquí está la lanza del rey; pase acá uno de los criados y tómela. 23Que Jehová pague a cada uno según su justicia y su lealtad, pues Jehová te había entregado hoy en mis manos, pero yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová. 24Del mismo modo que tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción. 25Y Saúl dijo a David:
—Bendito seas tú, David, hijo mío; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás.
Entonces David siguió su camino, y Saúl regresó a su lugar.
Capítulo 27
David entre los filisteos
1Dijo luego David en su corazón: Cualquier día de estos voy a morir a manos de Saúl; por tanto, lo mejor será que me fugue a tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe más de mí y no me siga buscando por todo el territorio de Israel; así escaparé de sus manos. 2Se levantó, pues, David, y con los seiscientos hombres que lo acompañaban se pasó a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat. 3Y vivió David con Aquis en Gat, él y sus hombres, cada cual con su familia; David con sus dos mujeres, Ahinoam, la jezreelita, y Abigail, la que fue mujer de Nabal, el de Carmel. 4Saúl recibió la noticia de que David había huido a Gat, y no lo buscó más. 5David dijo a Aquis:—Si he hallado gracia ante tus ojos, haz que me den un lugar en alguna de las aldeas para que habite allí; pues ¿por qué ha de vivir tu siervo contigo en la ciudad real? 6Aquel mismo día Aquis le asignó Siclag, por lo cual Siclag pertenece a los reyes de Judá hasta hoy. 7El número de los días que David habitó en la tierra de los filisteos ascendió a un año y cuatro meses. 8David subía con sus hombres y hacían incursiones contra los gesuritas, los gezritas y los amalecitas; porque estos habitaban desde hacía largo tiempo la región que se extiende, en dirección a Shur, hasta la tierra de Egipto. 9David asolaba el país, y no dejaba con vida hombre ni mujer; se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y las ropas, y regresaba adonde estaba Aquis. 10Y cuando Aquis le preguntaba: ¿Dónde habéis incursionado hoy?, David le respondía: Por el Neguev de Judá (o por el Neguev de Jerameel o por el Neguev de los ceneos). 11Ni hombre ni mujer dejaba David llegar con vida a Gat, pues decía: No sea que den aviso de nosotros y digan: Esto lo hizo David. Esta fue su costumbre todo el tiempo que vivió en la tierra de los filisteos. 12Pero Aquis confiaba en David, pues pensaba: Él se ha hecho odioso a su pueblo Israel, y será mi siervo para siempre.
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