La Biblia hoy - Reina Valera 1995
Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año
Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:
Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.
Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.
Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?
Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.
Capítulo 22
1Partió David de allí y se refugió en la cueva de Adulam; cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, fueron allí a reunirse con él. 2Además se le unieron todos los afligidos, todos los que estaban endeudados y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y llegó a ser su jefe. Había con él como cuatrocientos hombres. 3De allí se fue David a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: Te ruego que mi padre y mi madre se queden con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí. 4Los trajo, pues, a la presencia del rey de Moab, y habitaron con él todo el tiempo que David estuvo en el lugar fuerte. 5Pero el profeta Gad dijo a David: No te quedes en este lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá. Entonces partió David y entró en el bosque de Haret.Saúl mata a los sacerdotes de Nob
6Oyó Saúl que David y los que estaban con él habían sido vistos. Estaba Saúl sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco, sobre un alto, con la lanza en su mano, y rodeado de todos sus siervos. 7Y dijo Saúl a los siervos que estaban alrededor de él:—Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os dará también a todos vosotros el hijo de Isaí tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes de millares y jefes de centenas, 8para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí? ¿No ha habido quien me informara de cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni hay ninguno de vosotros que se conduela de mí y me dé a conocer cómo mi hijo ha sublevado contra mí a un siervo mío para que me aceche, tal como lo hace hoy? 9Entonces Doeg, el edomita, que era el principal de los siervos de Saúl, respondió:
—Yo vi al hijo de Isaí venir a Nob, adonde estaba Ahimelec hijo de Ahitob. 10Este consultó a Jehová por él, le dio provisiones y también la espada de Goliat, el filisteo. 11Mandó el rey a llamar al sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que estaban en Nob, y todos vinieron ante el rey. 12Y Saúl dijo:
—Oye ahora, hijo de Ahitob.
—Heme aquí, señor mío —respondió él. 13Saúl añadió:
—¿Por qué habéis conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí? Le diste pan y una espada, y consultaste a Dios por él, para que se subleve contra mí y me aceche, como lo hace en el día de hoy. 14Ahimelec respondió al rey:
—¿Y quién entre todos tus siervos es tan fiel como David, que además es yerno del rey, sirve a tus órdenes y todos lo honran en tu propia casa? 15¿Acaso he comenzado hoy a consultar a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no culpe de cosa alguna a su siervo, ni a toda la casa de mi padre; porque tu siervo ninguna cosa, grande ni pequeña, sabe de este asunto. 16Pero el rey respondió:
—Sin duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre. 17Luego dijo el rey a la gente de su guardia que estaba a su lado:
—Volveos y matad a los sacerdotes de Jehová; porque también la mano de ellos está con David, pues sabiendo ellos que huía, no me lo hicieron saber.
Pero los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová. 18Entonces dijo el rey a Doeg:
—Vuélvete y arremete contra los sacerdotes.
Y se volvió Doeg, el edomita, atacó a los sacerdotes y mató en aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. 19Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, la pasó Saúl a filo de espada: a hombres, mujeres y niños, hasta los de pecho, y bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada. 20Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, pudo escapar, y huyó tras David. 21Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová. 22Y David le dijo:
—Ya sabía yo aquel día que estando allí Doeg, el edomita, él se lo haría saber a Saúl. He ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre. 23Quédate conmigo, no temas; quien busque mi vida, buscará también la tuya; pero conmigo estarás a salvo.
Capítulo 23
David en el desierto
1Dieron aviso a David diciendo: Los filisteos están combatiendo contra Keila y roban las eras. 2Entonces David consultó a Jehová:—¿Iré a atacar a estos filisteos?
Jehová respondió a David:
—Ve, ataca a los filisteos y libra a Keila. 3Pero los que estaban con David le dijeron:
—Mira, nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto más si vamos a Keila contra el ejército de los filisteos? 4David volvió a consultar a Jehová. Y Jehová le respondió:
—Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos. 5Fue, pues, David con sus hombres a Keila y peleó contra los filisteos; se llevó sus ganados, les causó una gran derrota y libró David a los de Keila. 6Aconteció que Abiatar hijo de Ahimelec, que se había refugiado junto a David, descendió a Keila con el efod en su mano. 7Y le avisaron a Saúl que David había venido a Keila. Entonces dijo Saúl: Dios lo ha entregado en mis manos, pues él mismo se ha encerrado al entrar en una ciudad con puertas y cerraduras. 8Saúl convocó a todo el pueblo a la batalla para descender a Keila y poner sitio a David y a sus hombres. 9Pero al saber David que Saúl tramaba algo malo contra él, dijo al sacerdote Abiatar: Trae el efod. 10Luego dijo:
—Jehová, Dios de Israel, tu siervo tiene entendido que Saúl intenta venir a Keila para destruir la ciudad por causa mía. 11¿Me entregarán los vecinos de Keila en sus manos? ¿Descenderá Saúl, como ha oído tu siervo? Jehová, Dios de Israel, te ruego que lo hagas saber a tu siervo. Jehová dijo: —Sí, descenderá. 12Dijo luego David:
—¿Me entregarán los vecinos de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl?
Jehová respondió:
—Os entregarán. 13Entonces David partió con sus hombres, que eran como seiscientos, salieron de Keila y anduvieron de un lugar a otro. Llegó a Saúl la noticia de que David se había escapado de Keila y desistió de salir. 14David se quedó en el desierto, en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif. Lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos. 15Viendo, pues, David que Saúl había salido en busca de su vida, se quedó en Hores, en el desierto de Zif. 16Jonatán hijo de Saúl se levantó y vino adonde estaba David, en Hores, y lo reconfortó en Dios 17diciéndole:
—No temas, pues no te hallará la mano de Saúl, mi padre; tú reinarás sobre Israel y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo sabe. 18Ambos hicieron un pacto delante de Jehová; David se quedó en Hores y Jonatán se volvió a su casa. 19Después subieron los de Zif para decirle a Saúl en Gabaa:
—¿No está David escondido en nuestra tierra, en las peñas de Hores, en el collado de Haquila, que está al sur del desierto? 20Por tanto, rey, desciende ahora pronto, conforme a tu deseo, y nosotros lo entregaremos en manos del rey. 21Saúl les respondió:
—Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis tenido compasión de mí. 22Id, pues, ahora, aseguraos más, conoced y ved el lugar de su escondite, y quién lo haya visto allí; porque se me ha dicho que él es muy astuto. 23Observad, pues, e informaos de todos los escondrijos donde se oculta; regresad a mí con información segura y yo iré con vosotros. Si él está en la región, yo lo buscaré entre todas las familias de Judá. 24Ellos se levantaron y se fueron a Zif delante de Saúl. Pero David y su gente estaban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur del desierto. 25Fue Saúl con su gente a buscarlo; pero alguien avisó a David, el cual descendió a la peña y se quedó en el desierto de Maón. Cuando Saúl oyó esto, siguió a David al desierto de Maón. 26Saúl iba por un lado del monte, y David con sus hombres por el otro lado del monte. Se daba prisa David para escapar de Saúl, pero Saúl y sus hombres habían rodeado a David y a su gente para capturarlos. 27Entonces llegó un mensajero y dijo a Saúl: Ven en seguida, porque los filisteos han hecho una incursión en el país. 28Abandonó Saúl, por tanto, la persecución de David, y partió contra los filisteos. Por esta causa le pusieron a aquel lugar el nombre de Sela-hama-lecot. 29De allí David se fue a habitar en los lugares fuertes de En-gadi.
Capítulo 24
David perdona la vida a Saúl en En-gadi
1Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le avisaron: David está en el desierto de En-gadi. 2Tomó entonces Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel y salió en busca de David y de sus hombres por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses. 3Al llegar a un redil de ovejas junto al camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva estaban sentados David y sus hombres. 4Los hombres de David le dijeron:—Mira, este es el día que Jehová te anunció: Yo entrego a tu enemigo en tus manos, y harás con él como te parezca.
David se levantó y, calladamente, cortó la orilla del manto de Saúl. 5Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. 6Y dijo a sus hombres:
—Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová. ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido de Jehová! 7Con estas palabras reprimió David a sus hombres y no les permitió que se abalanzaran contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino. 8También David se levantó después y, saliendo de la cueva, le gritó a Saúl:
—¡Mi señor, el rey!
Cuando Saúl miró hacia atrás, David se postró rostro en tierra, hizo una reverencia, 9y dijo a Saúl:
—¿Por qué escuchas las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal? 10Hoy han visto tus ojos cómo Jehová te ha puesto en mis manos en la cueva. Me dijeron que te matara, pero te perdoné, pues me dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová. 11Mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto y no te maté. Reconoce, pues, que no hay mal ni traición en mis manos, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela. 12Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no se alzará contra ti. 13Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no se alzará contra ti. 14¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga? 15Jehová, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. Que él vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano. 16Aconteció que cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, este exclamó:
—¿No es esta tu voz, David, hijo mío?
Alzando su voz, Saúl rompió a llorar, 17y dijo a David:
—Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal. 18Hoy me has mostrado tu bondad; pues Jehová me ha entregado en tus manos y no me has dado muerte. 19Porque ¿quién encuentra a su enemigo y lo deja ir sano y salvo? Jehová te pague con bien lo que en este día has hecho conmigo. 20Ahora tengo por cierto que tú has de reinar, y que el reino de Israel se mantendrá firme y estable en tus manos. 21Ahora, pues, júrame por Jehová que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre. 22Así lo juró David a Saúl. Después se fue Saúl a su casa, mientras David y sus hombres subían al lugar fuerte.
Copyright © 1995 by United Bible Societies (http://www.unitedbiblesocieties.org)