La Biblia hoy - Reina Valera 1995
Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año
Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:
Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.
Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.
Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?
Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.
Capítulo 23
Ultimas palabras de David
1Éstas son las palabras postreras de David.Dijo David hijo de Isaí,
aquel varón que fue levantado en alto,
el ungido del Dios de Jacob,
el dulce cantor de Israel: 2El espíritu de Jehová habla por mí,
su palabra está en mi lengua. 3El Dios de Israel ha hablado,
me habló la Roca de Israel:
Habrá un justo que gobierne entre los hombres,
que gobierne en el temor de Dios. 4Será como la luz matinal,
como el resplandor del sol
en una mañana sin nubes,
como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra. 5Por eso mi casa está firme en Dios;
pues ha hecho conmigo un pacto eterno,
bien ordenado en todo y bien seguro,
aunque todavía no haya hecho él florecer
toda mi salvación y mi deseo. 6Pero todos los malvados
serán como espinos arrancados,
que nadie recoge con la mano; 7quien quiere tocarlos,
se arma de un hierro
o del asta de una lanza,
y son allí mismo consumidos por el fuego.
Los valientes de David
8Estos son los nombres de los valientes que tuvo David: Joseb-basebet, el tacmonita, el principal de los capitanes, que era Adino, el eznita, quien mató a ochocientos hombres en una ocasión. 9Después de él, Eleazar hijo de Dodo, el ahohíta, uno de los tres valientes que estaban con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían reunido allí para la batalla, y los hombres de Israel retrocedían. 10Este se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó y se le quedó pegada a la espada. Aquel día Jehová dio una gran victoria, y el pueblo volvió tras él tan sólo para recoger el botín. 11Después de este fue Sama hijo de Age, el ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas y el pueblo huyó delante de los filisteos. 12Pero él se paró en medio de aquel terreno, lo defendió y derrotó a los filisteos. Así dio Jehová una gran victoria. 13Un día, en tiempo de la siega, tres de los treinta jefes descendieron y se unieron a David en la cueva de Adulam, mientras los filisteos acampaban en el valle de Refaim. 14David estaba entonces en la fortaleza y había en Belén una guarnición de los filisteos. 15Y dijo David con vehemencia: ¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta! 16Entonces los tres valientes irrumpieron en el campamento de los filisteos, sacaron agua del pozo de Belén que estaba junto a la puerta, se la llevaron y la trajeron a David; pero él no la quiso beber, sino que la derramó como ofrenda para Jehová diciendo: 17Lejos de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los hombres que fueron allí con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Los tres valientes hicieron esto. 18Abisai, hermano de Joab e hijo de Sarvia, era el principal de los treinta. Este alzó su lanza contra trescientos hombres, a quienes mató, y ganó renombre entre los tres. 19Era el más renombrado de los treinta, y llegó a ser su jefe, pero no igualó a los tres primeros. 20Después, Benaía hijo de Joiada, hijo de un varón esforzado, grande en proezas, de Cabseel. Este mató a dos leones de Moab; él mismo descendió y mató a un león en medio de un foso, cuando estaba nevando. 21También mató él a un egipcio, hombre de gran estatura; tenía el egipcio una lanza en su mano, pero descendió contra él con un palo, arrebató al egipcio la lanza de la mano y lo mató con su propia lanza. 22Esto hizo Benaía hijo de Joiada, y ganó renombre entre los tres valientes. 23Se destacó entre los treinta, pero no igualó a los tres primeros. David lo puso como jefe de su guardia personal. 24Estaban asimismo entre los treinta, Asael, hermano de Joab; Elhanán hijo de Dodo, de Belén; 25Sama, el harodita; Elica, el harodita; 26Heles, el paltita; Ira hijo de Iques, el tecoíta; 27Abiezer, el anatotita; Mebunai, el husatita; 28Salmón, el ahohíta; Maharai, el netofatita; 29Heleb hijo de Baana, el netofatita; Itai hijo de Ribai, de Gabaa de los hijos de Benjamín; 30Benaía, el piratonita; Hidai, del arroyo Gaas; 31Abi-albón, el arbatita; Azmavet, el barhumita; 32Eliaba, el saalbonita; Jonatán, de los hijos de Jasén; 33Sama, el ararita; Ahíam hijo de Sarar, el ararita; 34Elifelet hijo de Ahasbai hijo de Maaca; Eliam hijo de Ahitofel, el gilonita; 35Hezrai, el carmelita; Paarai, el arbita; 36Igal hijo de Natán, de Soba; Bani, el gadita; 37Selec, el amonita; Naharai, el beerotita, escudero de Joab hijo de Sarvia; 38Ira, el itrita; Gareb, el itrita, 39y Urías, el heteo. En total, treinta y siete.Capítulo 24
David censa al pueblo
1Volvió a encenderse la ira de Jehová contra los israelitas, e incitó a David contra ellos diciéndole: Ve, haz un censo de Israel y de Judá. 2El rey dijo a Joab, general del ejército que estaba con él:—Recorre ahora todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz un censo del pueblo, para que yo sepa el número de los habitantes. 3Joab respondió al rey:
—Que Jehová, tu Dios, multiplique al pueblo cien veces más de lo que es, y que pueda verlo mi señor, el rey. Pero, ¿por qué se complace en esto mi señor, el rey? 4Sin embargo, la palabra del rey prevaleció sobre la de Joab y sobre la de los capitanes del ejército. Se retiró, pues, Joab, con los capitanes del ejército, de la presencia del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel. 5Pasaron el Jordán y acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que está en medio del valle de Gad, junto a Jazer. 6Después fueron a Galaad y a la tierra baja de Hodsi; de allí a Danjaán y a los alrededores de Sidón. 7Luego fueron a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y de los cananeos, y por último se dirigieron al Neguev de Judá, en Beerseba. 8Después que terminaron de recorrer toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días. 9Joab entregó entonces el censo del pueblo al rey; había en Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada, y los de Judá eran quinientos mil hombres. 10Después que David censó al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová:
—He pecado gravemente por haber hecho esto; pero ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque he actuado muy neciamente. 11Por la mañana, cuando David se levantó, vino palabra de Jehová al profeta Gad, vidente de David, diciendo: 12Ve y di a David: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga. 13Vino, pues, Gad a David, se lo hizo saber y le dijo:
—¿Qué prefieres: que vengan siete años de hambre sobre tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿o que haya tres días de peste en tu tierra? Piensa ahora, y mira qué debo responder al que me ha enviado. 14Entonces David dijo a Gad:
—Estoy en gran angustia. Pero es preferible caer ahora en manos de Jehová, porque sus misericordias son muchas, que caer en manos de los hombres. 15Entonces Jehová envió la peste sobre Israel, desde esa mañana hasta el tiempo señalado, y murieron setenta mil hombres del pueblo desde Dan hasta Beerseba. 16Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que exterminaba al pueblo: Basta ya; detén tu mano. El ángel de Jehová estaba junto a la era de Arauna, el jebuseo. 17Cuando David vio al ángel que castigaba al pueblo, dijo a Jehová:
—Yo pequé, yo hice lo malo; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí y contra la casa de mi padre. 18Vino Gad adonde estaba David aquel día, y le dijo: Sube y levanta un altar a Jehová en la era de Arauna, el jebuseo. 19David subió conforme al dicho de Gad, según lo había mandado Jehová. 20Arauna miró y vio al rey y a sus siervos que venían hacia él. Salió entonces Arauna, se inclinó delante del rey, rostro a tierra, 21y dijo:
—¿Por qué viene mi señor, el rey, a ver a su siervo?
David respondió:
—Para comprarte la era y edificar en ella un altar a Jehová, a fin de que cese la mortandad del pueblo. 22Arauna dijo a David:
—Tome y ofrezca mi señor el rey lo que bien le parezca; ahí tienes bueyes para el holocausto, los trillos y los yugos de los bueyes para leña. 23Todo esto, oh rey, Arauna lo da al rey. Luego dijo Arauna al rey:
—Jehová, tu Dios, te sea propicio. 24El rey dijo a Arauna:
—No; la compraré por su precio; porque no ofreceré a Jehová, mi Dios, holocaustos que no me cuesten nada.
Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. 25Edificó allí David un altar a Jehová, y sacrificó holocaustos y ofrendas de paz. Entonces Jehová oyó las súplicas de la tierra y cesó la plaga en Israel.
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