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La Biblia hoy - Reina Valera 1995

Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año

Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:

  • Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.

  • Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.

  • Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?

  • Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.

Fecha seleccionada
12/04/2025

2 Samuel 18-19

Capítulo 18

Muerte de Absalón

 1David pasó revista al pueblo que tenía consigo y puso sobre ellos jefes de millar y jefes de centena. 2Luego envió David al pueblo, una tercera parte bajo el mando de Joab, una tercera parte bajo el mando de Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab, y una tercera parte al mando de Itai, el geteo. Y dijo el rey al pueblo:
—Yo también saldré con vosotros.
 3Pero el pueblo respondió:
—No saldrás; porque si nosotros huimos, no harán caso de nosotros; y aunque la mitad de nosotros muera, no harán caso de nosotros; pero tú ahora vales tanto como diez mil de nosotros. Será mejor que tú nos brindes ayuda desde la ciudad.
 4—Yo haré lo que bien os parezca —les dijo el rey.
Se puso, pues, el rey a la entrada de la puerta, mientras salía todo el pueblo de ciento en ciento y de mil en mil.
 5El rey dio a Joab, a Abisai y a Itai esta orden: Tratad benignamente, por amor a mí, al joven Absalón. Y todo el pueblo oyó cuando dio el rey orden acerca de Absalón a todos los capitanes. 6Salió, pues, el pueblo al campo, contra Israel. La batalla se libró en el bosque de Efraín. 7Allí cayó el pueblo de Israel ante los siervos de David, y aquel día se hizo allí una gran matanza de veinte mil hombres. 8La batalla se extendió por todo el territorio, y aquel día el bosque causó más muertes que la espada. 9Iba Absalón en un mulo y se encontró con los siervos de David. El mulo entró por debajo de las ramas espesas de una gran encina, y se le enredó la cabeza en la encina a Absalón, que quedó suspendido entre el cielo y la tierra; pero el mulo en que iba siguió adelante. 10Lo vio uno y avisó a Joab diciendo:
—He visto a Absalón colgado de una encina.
 11Joab respondió al hombre que le daba la noticia:
—Y si lo viste, ¿por qué no lo mataste enseguida, derribándolo en tierra? Me hubiera placido darte diez siclos de plata y un cinturón.
 12El hombre dijo a Joab:
—Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey os ordenó a ti, a Abisai y a Itai: Mirad que ninguno toque al joven Absalón.
 13Por otra parte, habría yo hecho traición contra mi vida, pues al rey nada se le esconde, y tú mismo estarías en contra mía. 14—No malgastaré mi tiempo contigo —respondió Joab.
Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en medio de la encina.
 15Luego diez jóvenes escuderos de Joab rodearon a Absalón, lo hirieron y acabaron de matarlo. 16Entonces Joab tocó la trompeta, y el pueblo dejó de perseguir a Israel, porque Joab detuvo al pueblo. 17Tomando después a Absalón, lo echaron en un gran hoyo en el bosque y levantaron sobre él un montón muy grande de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda. 18En vida, Absalón había tomado la decisión de erigirse una columna, la cual está en el valle del rey, pues pensó: Yo no tengo un hijo que conserve la memoria de mi nombre. Y puso a aquella columna su propio nombre, y así se ha llamado Columna de Absalón, hasta el día de hoy. 19Entonces Ahimaas hijo de Sadoc dijo:
—¿Correré ahora y daré al rey la noticia de que Jehová ha librado su causa de manos de sus enemigos?
 20Respondió Joab:
—Hoy no llevarás la noticia; la llevarás otro día. Hoy no darás la noticia, porque el hijo del rey ha muerto.
 21—Ve tú, y di al rey lo que has visto —dijo Joab a un etíope.
El etíope hizo una reverencia ante Joab y salió corriendo.
 22Entonces Ahimaas hijo de Sadoc volvió a decir a Joab:
—De todos modos, yo correré ahora tras el etíope.
Joab le dijo:
—Hijo mío, ¿para qué has de correr tú, si no recibirás recompensa por la noticia?
 23—De todos modos, yo correré —respondió él.
—Pues corre —le dijo él.
Corrió, pues, Ahimaas por el camino de la llanura y se adelantó al etíope.
 24David estaba sentado entre las dos puertas. El atalaya había ido al terrado sobre la puerta en el muro y, alzando sus ojos, miró y vio a uno que corría solo. 25El atalaya dio un grito y lo hizo saber al rey, el cual dijo:
—Si viene solo, buenas noticias trae.
Mientras el hombre venía acercándose,
 26vio el atalaya a otro que corría. Dio voces el atalaya al portero diciendo: Ahí viene otro hombre corriendo solo.
—También este es un mensajero —dijo el rey.
 27El atalaya dijo de nuevo:
—Me parece que el primero corre como Ahimaas hijo de Sadoc.
—Ese es hombre de bien y viene con buenas noticias —dijo entonces el rey.
 28Cuando Ahimaas se acercó, dijo al rey en alta voz:
—Paz.
Y postrándose en tierra delante del rey, le dijo:
—Bendito sea Jehová, tu Dios, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor, el rey.
 29—¿El joven Absalón está bien? —preguntó el rey.
Ahimaas respondió:
—Vi yo un gran alboroto cuando me envió Joab, el siervo del rey, pero no sé qué era.
 30—Pasa, y ponte allí —dijo el rey.
Él pasó y se quedó de pie.
 31Llegó luego el etíope, y dijo:
—Traigo buenas noticias para mi señor, el rey: hoy Jehová ha librado tu causa de manos de todos los que se habían levantado contra ti.
 32El rey preguntó entonces al etíope:
—¿El joven Absalón está bien?
El etíope respondió:
—Que a los enemigos de mi señor les vaya como a aquel joven, y a todos los que se levanten contra ti para mal.
 33Entonces el rey se turbó, subió a la sala que estaba encima de la puerta y lloró. Mientras iba subiendo, decía: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!

Capítulo 19

David vuelve a Jerusalén

 1Entonces avisaron a Joab: El rey llora y se lamenta por Absalón. 2Y se convirtió aquel día la victoria en luto para todo el pueblo; porque aquel día oyó decir el pueblo que el rey estaba afligido por su hijo. 3Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondiéndose, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla. 4Pero el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío! 5Entonces Joab entró en la casa donde estaba el rey y le dijo: Hoy has cubierto de vergüenza el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, la vida de tus hijos y de tus hijas, la vida de tus mujeres y de tus concubinas, 6amando a los que te aborrecen y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento. 7Levántate pues, ahora, sal y habla bondadosamente a tus siervos; juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto será peor para ti que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. 8Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta. Cuando se avisó a todo el pueblo: El rey está sentado a la puerta, vino todo el pueblo delante del rey. Mientras, los de Israel habían huido cada uno a su tienda. 9Y todo el pueblo discutía en todas las tribus de Israel diciendo: El rey nos ha librado de manos de nuestros enemigos y nos ha salvado de manos de los filisteos; pero ahora ha huido del país por miedo de Absalón. 10Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey? 11Entonces el rey David mandó decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: Hablad a los ancianos de Judá y decidles: ¿Por qué vais a ser vosotros los últimos en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerlo volver a su casa? 12Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los últimos en hacer volver al rey? 13Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no te hago general de mi ejército para siempre, en lugar de Joab. 14Así inclinó el corazón de todos los hombres de Judá, como el de un solo hombre, para que enviaran a decir al rey: Vuelve tú y todos tus siervos. 15Volvió, pues, el rey, y llegó hasta el Jordán, mientras Judá venía a Gilgal para recibir al rey y hacerlo pasar el Jordán. 16También Simei hijo de Gera hijo de Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá a recibir al rey David. 17Con él venían mil hombres de Benjamín; asimismo Siba, criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey. 18Y cruzaron el vado para hacer pasar a la familia del rey y complacer sus deseos. Simei hijo de Gera se postró delante del rey cuando este pasó el Jordán, 19y le dijo:
—¡No me culpe mi señor por mi falta! ¡No recuerdes los males que tu siervo hizo el día en que mi señor, el rey, salió de Jerusalén, ni los guarde el rey en su corazón!
 20Porque yo, tu siervo, reconozco haber pecado, pero soy hoy el primero de toda la casa de José que he descendido para recibir a mi señor, el rey. 21Entonces intervino Abisai hijo de Sarvia y dijo:
—¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová?
 22Pero David respondió:
—¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Acaso ha de morir hoy alguien en Israel? ¿Acaso no sé que hoy vuelvo a ser rey de Israel?
 23Luego el rey dijo a Simei:
—No morirás.
Y el rey se lo juró.
 24También Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies ni cortado su barba. Tampoco había lavado sus vestidos desde el día en que salió el rey hasta el día en que volvió en paz. 25Y cuando llegó a Jerusalén para recibir al rey, este le dijo:
—Mefi-boset, ¿por qué no viniste conmigo?
 26Él respondió:
—Rey y señor mío, mi siervo me engañó; tu siervo le había dicho: Ensíllame un asno, montaré en él y me iré con el rey, porque tu siervo es cojo.
 27Él ha calumniado a tu siervo delante de mi señor, el rey; pero mi señor, el rey, es como un ángel de Dios; trátame, pues, como mejor te parezca. 28Porque toda la casa de mi padre era digna de muerte ante mi señor, el rey. Sin embargo, tú pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho tengo aún de implorar algo al rey? 29El rey le dijo:
—¿Para qué más palabras? Yo he determinado que tú y Siba os dividáis las tierras.
 30Mefi-boset dijo al rey:
—Deja que él las tome todas, puesto que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa.
 31También Barzilai, el galaadita, descendió de Rogelim y pasó el Jordán con el rey, para acompañarlo al otro lado del Jordán. 32Era Barzilai muy anciano; tenía ochenta años y había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico. 33El rey le dijo:
—Sigue conmigo y yo me encargaré de tu sustento en Jerusalén.
 34Pero Barzilai dijo al rey:
—¿Cuántos años más habré de vivir para que yo suba con el rey a Jerusalén?
 35¡Ya tengo ochenta años de edad! ¿Puedo distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Gustará ahora tu siervo de lo que coma o beba? ¿Oirá aún la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Por qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor, el rey? 36Tu siervo seguirá contigo un poco más allá del Jordán, pero ¿para qué ha de darme el rey tan gran recompensa? 37Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, para que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Aquí está tu siervo Quimam. Que siga él con mi señor, el rey, y haz con él lo que bien te parezca. 38El rey dijo:
—Pues siga conmigo Quimam, y yo haré con él como bien te parezca; todo lo que tú me pidas, yo lo haré.
 39Todo el pueblo pasó el Jordán. Luego que hubo también pasado, el rey besó a Barzilai y lo bendijo, y él regresó a su casa. 40Siguió entonces el rey hacia Gilgal, y con él pasó Quimam. Todo el pueblo de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel. 41En esto, todos los hombres de Israel vinieron a decir al rey:
—¿Por qué los hombres de Judá, nuestros hermanos, se han adueñado de ti, y han hecho pasar el Jordán al rey, a su familia y a todos los siervos de David con él?
 42Todos los hombres de Judá respondieron a todos los de Israel:
—Porque el rey es nuestro pariente. Pero ¿por qué os enojáis vosotros de eso? ¿Hemos nosotros comido a expensas del rey? ¿Hemos recibido de él algún regalo?
 43Entonces los hombres de Israel respondieron a los de Judá:
—Nosotros tenemos sobre el rey, y sobre el mismo David, diez veces más derechos que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis menospreciado? ¿Acaso no fuimos nosotros los primeros que propusimos hacer volver a nuestro rey? Sin embargo, las palabras de los hombres de Judá fueron más violentas que las de los hombres de Israel.


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