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La Biblia hoy - Reina Valera 1995

Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año

Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:

  • Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.

  • Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.

  • Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?

  • Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.

Fecha seleccionada
10/04/2025

2 Samuel 12-14

Capítulo 12

Natán amonesta a David

 1Jehová envió a Natán ante David; y al llegar le dijo:
—Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre.
 2El rico tenía numerosas ovejas y vacas, 3pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado, bebiendo de su vaso y durmiendo en su seno igual que una hija. 4Un día llegó un viajero a visitar al hombre rico, y este no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas para dar de comer al caminante que había venido a visitarlo, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para quien había llegado de visita. 5Se encendió el furor de David violentamente contra aquel hombre, y dijo a Natán:
—¡Vive Jehová, que es digno de muerte el que tal hizo!
 6Debe pagar cuatro veces el valor de la cordera, por haber hecho semejante cosa y no mostrar misericordia. 7Entonces dijo Natán a David:
—Tú eres ese hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí como rey de Israel y te libré de manos de Saúl,
 8te entregué la casa de tu señor y puse en tus brazos a sus mujeres; además te di la casa de Israel y de Judá; y como si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. 9¿Por qué, pues, has tenido en poco la palabra de Jehová, y hecho lo malo delante de sus ojos? A Urías, el heteo, lo mataste a espada y tomaste a su esposa como mujer. Sí, a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. 10Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste y tomaste la mujer de Urías, el heteo, para que fuera tu mujer. 11Así ha dicho Jehová: Yo haré que de tu misma casa se alce el mal contra ti. Tomaré a tus mujeres delante de tus ojos y las entregaré a tu prójimo, el cual se acostará con ellas a la luz del sol. 12Porque tú lo hiciste en secreto; pero yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol. 13Entonces dijo David a Natán:
—Pequé contra Jehová.
Natán dijo a David:
—También Jehová ha perdonado tu pecado; no morirás.
 14Pero, por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido, ciertamente morirá. 15Y Natán se fue a su casa. Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente. 16Entonces David rogó a Dios por el niño; ayunó David, se retiró y se pasó la noche acostado en tierra. 17Los ancianos de su casa fueron a rogarle que se levantara del suelo, pero él no quiso, ni comió nada con ellos. 18Al séptimo día murió el niño. Los siervos de David temían hacerle saber que el niño había muerto, comentando entre sí: Cuando el niño aún vivía, le hablábamos y no quería oir nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto? 19Pero David, viendo a sus siervos hablar entre sí, comprendió que el niño había muerto; por lo que preguntó David a sus siervos:
—¿Ha muerto el niño?
—Ha muerto —respondieron ellos.
 20David se levantó entonces de la tierra, se lavó y se ungió; cambió sus ropas, entró a la casa de Jehová y adoró. Después vino a su casa y pidió que le pusieran pan, y comió. 21Sus siervos le dijeron:
—¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas; cuando murió, te levantaste y comiste pan.
 22David respondió:
—Mientras el niño aún vivía, yo ayunaba y lloraba, diciéndome: ¿Quién sabe si Dios tenga compasión de mí y viva el niño?
 23Pero ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy hacia él, pero él no volverá a mí. 24David consoló a Betsabé, su mujer, se llegó a ella y durmió con ella. Ella le dio a luz un hijo y le puso por nombre Salomón. Jehová lo amó, 25y envió un mensaje por medio del profeta Natán; así le puso por nombre Jedidías, como había dicho Jehová.

David captura Rabá

 26Joab peleaba contra Rabá de los amonitas, y tomó la ciudad real. 27Entonces envió Joab mensajeros a David para decirle: Yo he puesto sitio a Rabá y he tomado la ciudad de las aguas. 28Reúne, pues, ahora al pueblo que queda, acampa contra la ciudad y tómala, no sea que tome yo la ciudad y le pongan mi nombre. 29David reunió a todo el pueblo, partió hacia Rabá, combatió contra ella y la tomó. 30Después quitó la corona de la cabeza de su rey, la cual pesaba un talento de oro y tenía piedras preciosas. Luego la pusieron sobre la cabeza de David, quien sacó muy grande botín de la ciudad. 31Hizo salir además a la gente que estaba en ella, y la puso a trabajar con sierras, con trillos de hierro y hachas de hierro; también la hizo trabajar en los hornos de ladrillos. Lo mismo hizo con todas las ciudades de los hijos de Amón. Entonces regresó David con todo el pueblo a Jerusalén.

Capítulo 13

Amnón y Tamar

 1Aconteció después de esto que, teniendo Absalón hijo de David una hermana muy hermosa, llamada Tamar, Amnón hijo de David se enamoró de ella. 2Estaba Amnón tan angustiado que se enfermó a causa de su hermana Tamar, pues, por ser ella virgen, le parecía a Amnón que sería difícil hacerle cosa alguna. 3Y tenía Amnón un amigo llamado Jonadab, hijo de Simea, hermano de David. Jonadab era un hombre muy astuto, 4y le dijo:
—Hijo del rey, ¿por qué de día en día vas enflaqueciendo así? ¿No me lo revelarás a mí?
Amnón le respondió:
—Amo a Tamar, la hermana de mi hermano Absalón.
 5Jonadab le dijo:
—Acuéstate en tu cama y finge que estás enfermo; cuando tu padre venga a visitarte, dile: Te ruego que Tamar, mi hermana, venga a darme de comer; que prepare alguna vianda en mi presencia para que yo la vea y ella misma me la sirva.
 6Se acostó, pues, Amnón, y fingió que estaba enfermo. El rey vino a visitarlo, y Amnón le dijo:
—Te ruego que venga mi hermana Tamar a preparar delante de mí dos hojuelas, y me las sirva con sus propias manos.
 7Entonces David envió a decir a Tamar a su casa:
—Ve ahora a casa de Amnón, tu hermano, y hazle de comer.
 8Tamar fue a casa de su hermano Amnón, que estaba acostado, tomó harina, la amasó, hizo hojuelas delante de él y las coció. 9Tomó luego la sartén y las sacó delante de él; pero él no quiso comer, sino que dijo: Echad fuera de aquí a todos. Y todos salieron de allí. 10Entonces Amnón dijo a Tamar: Trae la comida a la alcoba y dame de comer con tus manos. Tamar tomó las hojuelas que había preparado y las llevó a su hermano Amnón a la alcoba. 11Cuando se las puso delante para que comiera, él la sujetó y le dijo:
—Ven, hermana mía, acuéstate conmigo.
 12Ella entonces le respondió:
—No, hermano mío, no me fuerces, pues no se debe hacer así en Israel. No cometas tal infamia.
 13Porque ¿adónde iría yo con mi deshonra? Y aun tú serías estimado como un perverso en Israel. Te ruego pues, ahora, que hables al rey; él no se negará a entregarme a ti. 14Pero él no la quiso oir y, como podía más que ella, la violentó y se acostó con ella. 15Después Amnón la aborreció tan terriblemente, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón:
—Levántate y vete.
 16Ella le respondió:
—No hay razón; mayor mal es este de arrojarme, que el que me has hecho.
Pero él no la quiso oir,
 17sino que llamando al criado que le servía, le dijo:
—Échame a esta fuera de aquí, y cierra tras ella la puerta.
 18Llevaba ella un vestido de diversos colores, traje que vestían las hijas vírgenes de los reyes. Su criado, pues, la echó fuera, y cerró la puerta tras ella. 19Entonces Tamar tomó ceniza y la esparció sobre su cabeza, rasgó el vestido de diversos colores que tenía puesto, y con las manos sobre la cabeza, se fue gritando.

Venganza y huida de Absalón

 20Su hermano Absalón le dijo:
—¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Pues calla ahora, hermana mía; es tu hermano. Que no se angustie tu corazón por esto. Tamar se quedó desconsolada en casa de su hermano Absalón.
 21Cuando el rey David oyó todo esto, se enojó mucho. 22Pero Absalón no dijo a Amnón ni malo ni bueno, aunque Absalón aborrecía a Amnón porque había forzado a su hermana Tamar. 23Pasados dos años, Absalón, que tenía esquiladores en Baal-hazor, junto a Efraín, convidó a todos los hijos del rey. 24Se presentó Absalón al rey, y le dijo:
—Tu siervo tiene ahora esquiladores; ruego que vengan el rey y sus siervos con tu siervo.
 25El rey respondió a Absalón:
—No, hijo mío, no vamos todos, para que no te seamos gravosos.
Aunque porfió con él, el rey no quiso ir, pero lo bendijo.
 26Entonces dijo Absalón:
—Pues si no, te ruego que venga con nosotros Amnón, mi hermano.
—¿Para qué ha de ir contigo? —le respondió el rey.
 27Pero como Absalón insistía, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey. 28Absalón había dado orden a sus criados diciendo: Os ruego que miréis cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino; y al decir yo: Herid a Amnón, entonces matadlo. No temáis, pues yo os lo he mandado. Esforzaos, pues, y sed valientes. 29Los criados de Absalón hicieron con Amnón como Absalón les había mandado. Entonces se levantaron todos los hijos del rey, y montando cada uno en su mula, huyeron. 30Aún estaban en camino cuando llegó a David un rumor que decía: Absalón ha dado muerte a todos los hijos del rey; ninguno de ellos ha quedado. 31Levantándose entonces David, rasgó sus vestidos y se echó en tierra; todos los criados que estaban junto a él, también se rasgaron los vestidos. 32Pero Jonadab, hijo de Simea, hermano de David, habló y dijo:
—No diga mi señor que han dado muerte a todos los jóvenes hijos del rey, pues sólo Amnón ha muerto; porque por mandato de Absalón había sido esto determinado desde el día en que Amnón forzó a su hermana Tamar.
 33Por tanto, ahora no haga caso mi señor, el rey, de ese rumor que dice: Todos los hijos del rey han muerto, pues solo Amnón ha muerto, 34y Absalón ha huido. Entre tanto, alzando sus ojos el joven que estaba de atalaya, miró y vio a mucha gente que venía por el camino que estaba a sus espaldas, del lado del monte. 35Entonces dijo Jonadab al rey:
—Son los hijos del rey, que vienen; tal como tu siervo había dicho.
 36Cuando acabó de hablar, llegaron los hijos del rey, y alzando su voz lloraron. También el mismo rey y todos sus siervos lloraron con muy grandes lamentos. 37Pero Absalón huyó y fue a refugiarse junto a Talmai hijo de Amiud, rey de Gesur. Y David lloraba por su hijo todos los días. 38Así huyó Absalón, se fue junto a Gesur y estuvo allá tres años. 39Y el rey David deseaba ver a Absalón, pues ya se había consolado de la muerte de Amnón.

Capítulo 14

Joab procura el regreso de Absalón

 1Conoció Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón, 2por lo que mandó a traer una mujer astuta de Tecoa, y le dijo: Te ruego que finjas estar de duelo y te vistas ropas de luto; no te unjas con óleo, sino preséntate como una mujer que hace mucho tiempo está de duelo por algún muerto. 3Luego te presentarás al rey y le dirás de esta manera. Y le explicó Joab lo que debía decir. 4Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose sobre su rostro en tierra, hizo una reverencia, y dijo:
—¡Socórreme, oh rey!
 5—¿Qué tienes? —le dijo el rey.
Ella respondió:
—Yo a la verdad soy una mujer viuda; mi marido ha muerto.
 6Tu sierva tenía dos hijos. Los dos riñeron en el campo, y como no había quien los separara, uno hirió al otro y lo mató. 7Y ahora toda la familia se ha levantado contra tu sierva, diciendo: Entrega al asesino de su hermano, para que lo hagamos morir por la vida del hermano a quien él mató, y matemos también al heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, y dejarán a mi marido sin nombre ni descendencia sobre la tierra. 8Entonces el rey dijo a la mujer:
—Vete a tu casa, y yo daré órdenes con respecto a ti.
 9La mujer de Tecoa dijo al rey:
—¡Rey y señor mío, que caiga la culpa sobre mí y sobre la casa de mi padre!, pero que el rey y su trono queden sin culpa.
 10El rey respondió:
—Al que hable contra ti, tráelo ante mí, y no te tocará más.
 11Dijo ella entonces:
—Te ruego, oh rey, que te acuerdes de Jehová, tu Dios, para que el vengador de la sangre no aumente el daño y no destruya a mi hijo.
Él respondió:
—¡Vive Jehová, que no caerá en tierra ni un cabello de la cabeza de tu hijo!
 12La mujer siguió diciendo:
—Te ruego que permitas a tu sierva decir algo a mi señor el rey.
—Habla —respondió el rey.
 13La mujer añadió:
—¿Por qué, pues, has pensado tú cosa semejante contra el pueblo de Dios? Porque diciendo el rey estas cosas se confiesa culpable él mismo, por cuanto el rey no deja volver a su desterrado.
 14Todos de cierto morimos y somos como agua derramada en tierra que no puede volver a recogerse. Ni Dios quita la vida, sino que provee medios para que el desterrado no siga alejado de él. 15Si yo he venido ahora para decir esto al rey, mi señor, es porque el pueblo me ha atemorizado. Y tu sierva pensó: Hablaré ahora al rey; quizá haga lo que su sierva le diga, 16pues el rey me oirá y librará a su sierva de manos del hombre que quiere extirparme a mí, junto con mi hijo, de la heredad de Dios. 17Tu sierva dice pues: Sea ahora de consuelo la respuesta de mi señor, el rey, pues mi señor, el rey, es como un ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Y que Jehová, tu Dios, sea contigo. 18Entonces David respondió a la mujer:
—Te ruego que no me ocultes nada de lo que yo te pregunte.
—Hable mi señor, el rey —dijo la mujer.
 19El rey preguntó:
—¿No está metida la mano de Joab en todas estas cosas?
La mujer respondió:
—¡Vive tu alma, rey señor mío, que no se aparta ni a derecha ni a izquierda todo lo que mi señor el rey ha hablado!; porque fue tu siervo Joab quien me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras.
 20Para mudar el aspecto de las cosas, Joab, tu siervo, ha hecho esto. Pero mi señor es sabio, con la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra. 21Luego el rey dijo a Joab:
—Mira, he decidido esto: vete y haz volver al joven Absalón.
 22Joab se postró en tierra sobre su rostro, hizo una reverencia, y después que bendijo al rey, dijo:
—Hoy ha entendido tu siervo: he hallado gracia a tus ojos, rey y señor mío, pues el rey ha hecho lo que su siervo ha dicho.
 23Se levantó luego Joab, fue a Gesur, y trajo a Absalón a Jerusalén. 24Pero el rey dijo: Que se vaya a su casa y no vea mi rostro. Absalón volvió a su casa y no se presentó ante el rey. 25No había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta la coronilla no había en él defecto. 26Cuando se cortaba el cabello, lo cual hacía al fin de cada año, pues le causaba molestia —por eso se lo cortaba—, pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos, según el peso real. 27A Absalón le nacieron tres hijos y una hija, que se llamaba Tamar y fue una mujer de hermoso semblante. 28Estuvo Absalón por espacio de dos años en Jerusalén sin presentarse ante el rey. 29Llamó Absalón a Joab para enviarlo al rey, pero él no quiso venir. Todavía lo llamó una segunda vez, pero tampoco quiso venir. 30Entonces dijo a sus siervos:
—Mirad, el campo de Joab está junto al mío, y tiene allí cebada; id y prendedle fuego.
Y los siervos de Absalón prendieron fuego al campo.
 31Entonces se levantó Joab, vino a casa de Absalón, y le dijo:
—¿Por qué han prendido fuego tus siervos a mi campo?
 32Absalón le respondió:
—Te he mandado a decir que vinieras acá, con el fin de enviarte al rey para decirle: ¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Ahora deseo ver el rostro del rey; si hay pecado en mí, máteme.
 33Fue, pues, Joab a ver al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual se presentó ante el rey y se postró rostro en tierra delante de él. Y el rey besó a Absalón.

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