La Biblia hoy - Nueva Versión Internacional
Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año
Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:
Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.
Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.
Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?
Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.
Capítulo 25
David y Abigail
1Samuel murió, y fue enterrado en Ramá, donde había vivido. Todo Israel se reunió para hacer duelo por él. Después de eso David bajó al desierto de Maón.[1] 2Había en Maón un hombre muy rico, dueño de mil cabras y tres mil ovejas, las cuales esquilaba en Carmel, donde tenía su hacienda. 3Se llamaba Nabal y pertenecía a la familia de Caleb. Su esposa, Abigaíl, era una mujer bella e inteligente; Nabal, por el contrario, era insolente y de mala conducta. 4Estando David en el desierto, se enteró de que Nabal estaba esquilando sus ovejas. 5Envió entonces diez de sus hombres con este encargo: "Vayan a Carmel para llevarle a Nabal un saludo de mi parte. 6Díganle: ¡Que tengan salud y paz tú y tu familia, y todo lo que te pertenece! 7Acabo de escuchar que estás esquilando tus ovejas. Como has de saber, cuando tus pastores estuvieron con nosotros, jamás los molestamos. En todo el tiempo que se quedaron en Carmel, nunca se les quitó nada. 8Pregúntales a tus criados, y ellos mismos te lo confirmarán. Por tanto, te agradeceré que recibas bien a mis hombres, pues este día hay que celebrarlo. Dales, por favor, a tus siervos y a tu hijo David lo que tengas a la mano. " 9Cuando los hombres de David llegaron, le dieron a Nabal este mensaje de parte de David y se quedaron esperando. 10Pero Nabal les contestó: ¿Y quién es ese tal David? ¿Quién es el hijo de Isaí? Hoy día son muchos los esclavos que se escapan de sus amos. 11¿Por qué he de compartir mi pan y mi agua, y la carne que he reservado para mis esquiladores, con gente que ni siquiera sé de dónde viene? 12Los hombres de David se dieron la vuelta y se pusieron en camino. Cuando llegaron ante él, le comunicaron todo lo que Nabal había dicho. 13Entonces David les ordenó: "¡Cíñanse todos la espada!" Y todos, incluso él, se la ciñeron. Acompañaron a David unos cuatrocientos hombres, mientras que otros doscientos se quedaron cuidando el bagaje. 14Uno de los criados avisó a Abigaíl, la esposa de Nabal: "David envió desde el desierto unos mensajeros para saludar a nuestro amo, pero él los trató mal. 15Esos hombres se portaron muy bien con nosotros. En todo el tiempo que anduvimos con ellos por el campo, jamás nos molestaron ni nos quitaron nada. 16Día y noche nos protegieron mientras cuidábamos los rebaños cerca de ellos. 17Piense usted bien lo que debe hacer, pues la ruina está por caer sobre nuestro amo y sobre toda su familia. Tiene tan mal genio que ni hablar se puede con él." 18Sin perder tiempo, Abigaíl reunió doscientos panes, dos odres de vino, cinco ovejas asadas, treinta y cinco litros de trigo tostado, cien tortas de uvas pasas y doscientas tortas de higos. Después de cargarlo todo sobre unos asnos, 19les dijo a los criados: "Adelántense, que yo los sigo." Pero a Nabal, su esposo, no le dijo nada de esto. 20Montada en un asno, Abigaíl bajaba por la ladera del monte cuando vio que David y sus hombres venían en dirección opuesta, de manera que se encontraron. 21David recién había comentado: "De balde estuve protegiendo en el desierto las propiedades de ese tipo, para que no perdiera nada. Ahora resulta que me paga mal por el bien que le hice. 22¡Que Dios me castigue sin piedad si antes del amanecer no acabo con todos sus hombres!" 23Cuando Abigaíl vio a David, se bajó rápidamente del asno y se inclinó ante él, postrándose rostro en tierra. 24Se arrojó a sus pies y dijo: Señor mío, yo tengo la culpa. Deje que esta sierva suya le hable; le ruego que me escuche. 25No haga usted caso de ese grosero de Nabal, pues le hace honor a su nombre, que significa necio. La necedad lo acompaña por todas partes. Yo, por mi parte, no vi a los mensajeros que usted, mi señor, envió. 26"Pero ahora el Señor le ha impedido a usted derramar sangre y hacerse justicia con sus propias manos. ¡Tan cierto como que el Señor y usted viven! Por eso, pido que a sus enemigos, y a todos los que quieran hacerle daño, les pase lo mismo que a Nabal. 27Acepte usted este regalo que su servidora le ha traído, y repártalo entre los criados que lo acompañan. 28Yo le ruego que perdone la falta de esta servidora suya. Ciertamente, el Señor le dará a usted una dinastía que se mantendrá firme, y nunca nadie podrá hacerle a usted ningún daño, pues usted pelea las batallas del Señor. 29Aun si alguien lo persigue con la intención de matarlo, su vida estará protegida por el Señor su Dios, mientras que sus enemigos serán lanzados a la destrucción. 30Así que, cuando el Señor le haya hecho todo el bien que le ha prometido, y lo haya establecido como jefe de Israel, 31no tendrá usted que sufrir la pena y el remordimiento de haberse vengado por sí mismo, ni de haber derramado sangre inocente. Acuérdese usted de esta servidora suya cuando el Señor le haya dado prosperidad. 32David le dijo entonces a Abigaíl: ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro! 33¡Y bendita seas tú por tu buen juicio, pues me has impedido derramar sangre y vengarme con mis propias manos! 34El Señor, Dios de Israel, me ha impedido hacerte mal; pero te digo que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, para mañana no le habría quedado vivo a Nabal ni uno solo de sus hombres. ¡Tan cierto como que el Señor vive! 35Dicho esto, David aceptó lo que ella le había traído. Vuelve tranquila a tu casa añadió. Como puedes ver, te he hecho caso: te concedo lo que me has pedido.[8] 36Cuando Abigaíl llegó a la casa, Nabal estaba dando un regio banquete. Se encontraba alegre y muy borracho, así que ella no le dijo nada hasta el día siguiente. 37Por la mañana, cuando a Nabal ya se le había pasado la borrachera, su esposa le contó lo sucedido. Al oírlo, Nabal sufrió un ataque al corazón y quedó paralizado. 38Unos diez días después, el Señor hirió a Nabal, y así murió. 39Cuando David se enteró de que Nabal había muerto, exclamó: "¡Bendito sea el Señor, que me ha hecho justicia por la afrenta que recibí de Nabal! El Señor libró a este siervo suyo de hacer mal, pero hizo recaer sobre Nabal su propia maldad." Entonces David envió un mensaje a Abigaíl, proponiéndole matrimonio. 40Cuando los criados llegaron a Carmel, hablaron con Abigaíl y le dijeron: David nos ha enviado para pedirle a usted que se case con él. 41Ella se inclinó, y postrándose rostro en tierra dijo: Soy la sierva de David, y estoy para servirle. Incluso estoy dispuesta a lavarles los pies a sus criados. 42Sin perder tiempo, Abigaíl se dispuso a partir. Se montó en un asno y, acompañada de cinco criadas, se fue con los mensajeros de David. Después se casó con él. 43David también se había casado con Ajinoán de Jezrel, así que ambas fueron sus esposas. 44Saúl, por su parte, había entregado su hija Mical, esposa de David, a Paltiel hijo de Lais, oriundo de Galín.Capítulo 26
David perdona la vida a Saúl en Zif
1Los habitantes de Zif fueron a Guibeá y le dijeron a Saúl: ¿No sabe el rey que David está escondido en el monte de Jaquilá, frente al desierto? 2Entonces Saúl se puso en marcha con los tres batallones de hombres escogidos de Israel, y bajó al desierto de Zif en busca de David. 3Acampó en el monte de Jaquilá, que está frente al desierto, junto al camino. Cuando David, que vivía en el desierto, se dio cuenta de que Saúl venía tras él, 4envió espías para averiguar dónde se encontraba. 5Luego se dirigió al campamento de Saúl, y observó el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, jefe del ejército. Saúl estaba dentro del campamento, y el ejército lo rodeaba. 6David entonces les preguntó a Ajimélec el hitita y a Abisay hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién quiere venir conmigo al campamento de Saúl? Yo voy contigo respondió Abisay. 7David y Abisay llegaron esa noche y vieron a Saúl dormido en medio del campamento, con su lanza hincada en tierra a su cabecera. Abner y el ejército estaban acostados a su alrededor. 8Hoy ha puesto Dios en tus manos a tu enemigo le dijo Abisay a David. Déjame matarlo. De un solo golpe de lanza lo dejaré clavado en el suelo. ¡Y no tendré que rematarlo! 9¡No lo mates! exclamó David. ¿Quién puede impunemente alzar la mano contra el ungido del Señor? 10Y añadió: Tan cierto como que el Señor vive, que él mismo lo herirá. O le llegará la hora de morir, o caerá en batalla. 11En cuanto a mí, ¡que el Señor me libre de alzar la mano contra su ungido! Sólo toma la lanza y el jarro de agua que están a su cabecera, y vámonos de aquí. 12David mismo tomó la lanza y el jarro de agua que estaban a la cabecera de Saúl, y los dos se marcharon. Nadie los vio, ni se dio cuenta, pues todos estaban dormidos. No se despertaron, pues el Señor los había hecho caer en un sueño profundo. 13David cruzó al otro lado y se detuvo en la cumbre del monte, de modo que había una buena distancia entre ellos. 14Entonces llamó al ejército y a Abner hijo de Ner: ¡Abner! ¿Me oyes? Abner replicó: ¿Quién le está gritando al rey? 15David le contestó: ¿No eres tú el valiente sin par en Israel? ¿Cómo es que no has protegido a tu señor el rey? Te cuento que uno del pueblo entró con la intención de matarlo. 16¡Lo que has hecho no tiene nombre! Tan cierto como que el Señor vive, que ustedes merecen la muerte por no haber protegido a su rey, el ungido del Señor. A ver, ¿dónde están la lanza del rey y el jarro de agua que estaban a su cabecera? 17Saúl, que reconoció la voz de David, dijo: David, hijo mío, ¡pero si eres tú quien habla! Soy yo, mi señor y rey respondió David. 18¿Por qué persigue mi señor a este siervo suyo? ¿Qué le he hecho? ¿Qué delito he cometido? 19Le ruego a Su Majestad que escuche mis palabras. Si quien lo mueve a usted en mi contra es el Señor, una ofrenda bastará para aplacarlo. Pero si son los hombres, ¡que el Señor los maldiga! Hoy me expulsan de esta tierra, que es la herencia del Señor, y me dicen: ¡Vete a servir a otros dioses! 20Ahora bien, no deje usted que mi sangre sea derramada lejos de la presencia del Señor. ¿Por qué ha salido el rey de Israel en busca de una simple pulga? ¡Es como si estuviera cazando una perdiz en los montes! 21¡He pecado! exclamó Saúl. Regresa, David, hijo mío. Ya no voy a hacerte daño. Tú has valorado hoy mi vida; yo, en cambio, me he portado como un necio. 22David respondió: Su Majestad, aquí está su lanza. Mande usted a uno de sus criados a recogerla. 23Que el Señor le pague a cada uno según su rectitud y lealtad, pues hoy él lo había puesto a usted en mis manos, pero yo no me atreví a tocar siquiera al ungido del Señor. 24Sin embargo, así como hoy valoré la vida de usted, quiera el Señor valorar mi propia vida y librarme de toda angustia. 25¡Bendito seas, David, hijo mío! respondió Saúl. Tú harás grandes cosas, y en todo triunfarás. Luego David siguió su camino, y Saúl regresó a su palacio.Capítulo 27
David entre los filisteos
1Con todo, David pensaba: Ün día de éstos voy a morir a manos de Saúl. Lo mejor que puedo hacer es huir a la tierra de los filisteos. Así Saúl se cansará de buscarme por el territorio de Israel, y podré escapar de sus manos." 2Acompañado de sus seiscientos hombres, David se puso en marcha y se trasladó a la tierra de Gat, donde reinaba Aquis hijo de Maoc. 3Tanto David como sus hombres se establecieron allí, y quedaron bajo la protección de Aquis. Cada hombre había llevado a su familia, y David tenía consigo a sus dos esposas, Ajinoán la jezrelita y Abigaíl de Carmel, la viuda de Nabal. 4En efecto, cuando Saúl se enteró de que David había huido a Gat, dejó de perseguirlo. 5David le dijo a Aquis: "Si en verdad cuento con el favor de Su Majestad, le ruego que me conceda algún pueblo en el campo, y allí viviré. No tiene ningún sentido que este siervo suyo viva en la capital del reino." 6Aquel mismo día Aquis le dio la ciudad de Siclag, la cual hasta hoy pertenece a los reyes de Judá. 7David vivió en territorio filisteo un año y cuatro meses. 8Acostumbraba salir en campaña con sus hombres para saquear a los guesureos, guirzitas y amalecitas, pueblos que durante mucho tiempo habían habitado la zona que se extiende hacia Sur y hasta el país de Egipto. 9Cada vez que David atacaba la región, no dejaba a nadie con vida, ni hombre ni mujer. Antes de regresar adonde estaba Aquis se apoderaba de ovejas, vacas, asnos y camellos, y hasta de la ropa que vestían. 10Si Aquis le preguntaba: "¿Qué región saqueaste hoy?", David le respondía: "La del sur de Judá"; o bien: "La del sur de Jeramel"; o "La del sur, donde viven los quenitas". 11David no dejaba con vida ni a hombre ni a mujer, pues pensaba que si llevaba prisioneros a Gat lo denunciarían por lo que estaba haciendo. Éste fue su patrón de conducta todo el tiempo que estuvo en territorio filisteo. 12Aquis, por su parte, confiaba en David y se decía: "David se está haciendo odioso a los israelitas, su propia gente. Sin duda me servirá para siempre."La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1999 by www.biblica.com, Inc.®. All rights reserved worldwide.