Saltar al contenido

La Biblia hoy - Nueva Versión Internacional

Un plan de lectura bíblica diaria para leer toda la Biblia en un año

Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:

  • Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.

  • Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.

  • Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?

  • Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.

Fecha seleccionada
12/04/2025

2 Samuel 18-19

Capítulo 18

Muerte de Absalón

 1David pasó revista a sus tropas y nombró jefes sobre grupos de mil y de cien soldados. 2Los dividió en tres unidades y los envió a la batalla. La primera unidad estaba bajo el mando de Joab, la segunda bajo el mando de Abisay, hijo de Sarvia y hermano de Joab, y la tercera bajo el mando de Itay el guitita. Yo los voy a acompañar dijo el rey. 3Pero los soldados respondieron: No, Su Majestad no debe acompañarnos. Si tenemos que huir, el enemigo no se va a ocupar de nosotros. Y aun si la mitad de nosotros muere, a ellos no les va a importar. ¡Pero Su Majestad vale por diez mil de nosotros! Así que es mejor que se quede y nos apoye desde la ciudad. 4Bien dijo el rey, haré lo que les parezca más conveniente. Dicho esto, se puso a un lado de la entrada de la ciudad, mientras todos los soldados marchaban en grupos de cien y de mil. 5Además, el rey dio esta orden a Joab, Abisay e Itay: No me traten duro al joven Absalón. Y todas las tropas oyeron las instrucciones que el rey le dio a cada uno de sus generales acerca de Absalón. 6El ejército marchó al campo para pelear contra Israel, y la batalla se libró en el bosque de Efraín. 7La lucha fue intensa aquel día: hubo veinte mil bajas. Sin embargo, los soldados de David derrotaron allí al ejército de Israel. 8La batalla se extendió por toda el área, de modo que el bosque causó más muertes que la espada misma. 9Absalón, que huía montado en una mula, se encontró con los soldados de David. La mula se metió por debajo de una gran encina, y a Absalón se le trabó la cabeza entre las ramas. Como la mula siguió de largo, Absalón quedó colgado en el aire. 10Un soldado que vio lo sucedido le dijo a Joab: Acabo de ver a Absalón colgado de una encina. 11¡Cómo! exclamó Joab. ¿Lo viste y no lo mataste ahí mismo? Te habría dado diez monedas de plata y un cinturón. 12Pero el hombre respondió: Aun si recibiera mil monedas, yo no alzaría la mano contra el hijo del rey. Todos oímos cuando el rey les ordenó a usted, a Abisay y a Itay que no le hicieran daño al joven Absalón. 13Si yo me hubiera arriesgado, me habrían descubierto, pues nada se le escapa al rey; y usted, por su parte, me habría abandonado. 14No voy a malgastar mi tiempo contigo replicó Joab. Acto seguido, agarró tres lanzas y fue y se las clavó en el pecho a Absalón, que todavía estaba vivo en medio de la encina. 15Luego, diez de los escuderos de Joab rodearon a Absalón y lo remataron. 16Entonces Joab mandó tocar la trompeta para detener a las tropas, y dejaron de perseguir a los israelitas. 17Después tomaron el cuerpo de Absalón, lo tiraron en un hoyo grande que había en el bosque, y sobre su cadáver amontonaron muchísimas piedras. Mientras tanto, todos los israelitas huyeron a sus hogares. 18En vida, Absalón se había erigido una estela en el valle del Rey, pues pensaba: "No tengo ningún hijo que conserve mi memoria." Así que a esa estela le puso su propio nombre, y por eso hasta la fecha se conoce como la Estela de Absalón. 19Ajimaz hijo de Sadoc le propuso a Joab: Déjame ir corriendo para avisarle al rey que el Señor lo ha librado del poder de sus enemigos. 20No le llevarás esta noticia hoy le respondió Joab. Podrás hacerlo en otra ocasión, pero no hoy, pues ha muerto el hijo del rey. 21Entonces Joab se dirigió a un soldado cusita y le ordenó: Ve tú y dile al rey lo que has visto. El cusita se inclinó ante Joab y salió corriendo. 22Pero Ajimaz hijo de Sadoc insistió: Pase lo que pase, déjame correr con el cusita. Pero muchacho respondió Joab, ¿para qué quieres ir? ¡Ni pienses que te van a dar una recompensa por la noticia! 23Pase lo que pase, quiero ir. Anda, pues. Ajimaz salió corriendo por la llanura y se adelantó al cusita. 24Mientras tanto, David se hallaba sentado en el pasadizo que está entre las dos puertas de la ciudad. El centinela, que había subido al muro de la puerta, alzó la vista y vio a un hombre que corría solo. 25Cuando el centinela se lo anunció al rey, éste comentó: Si viene solo, debe de traer buenas noticias. Pero mientras el hombre seguía corriendo y se acercaba, 26el centinela se dio cuenta de que otro hombre corría detrás de él, así que le anunció al guarda de la puerta: ¡Por ahí viene otro hombre corriendo solo! Ése también debe de traer buenas noticias dijo el rey. 27El centinela añadió: Me parece que el primero corre como Ajimaz hijo de Sadoc. Es un buen hombre comentó el rey; seguro que trae buenas noticias. 28Ajimaz llegó y saludó al rey postrándose rostro en tierra, y le dijo: ¡Bendito sea el Señor, Dios de Su Majestad, pues nos ha entregado a los que se habían rebelado en contra suya! 29¿Y está bien el joven Absalón? preguntó el rey. Ajimaz respondió: En el momento en que tu siervo Joab me enviaba, vi que se armó un gran alboroto, pero no pude saber lo que pasaba. 30Pasa y quédate ahí le dijo el rey. Ajimaz se hizo a un lado. 31Entonces llegó el cusita y anunció: Le traigo buenas noticias a Su Majestad. El Señor lo ha librado hoy de todos los que se habían rebelado en contra suya. 32¿Y está bien el joven Absalón? preguntó el rey. El cusita contestó: ¡Que sufran como ese joven los enemigos de Su Majestad, y todos los que intentan hacerle mal! 33Al oír esto, el rey se estremeció; y mientras subía al cuarto que está encima de la puerta, lloraba y decía: "¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!"

Capítulo 19

David vuelve a Jerusalén

 1Avisaron a Joab que el rey estaba llorando amargamente por Absalón. 2Cuando las tropas se enteraron de que el rey estaba afligido por causa de su hijo, la victoria de aquel día se convirtió en duelo para todo el ejército. 3Por eso las tropas entraron en la ciudad furtivamente, como lo hace un ejército abochornado por haber huido del combate. 4Pero el rey, cubriéndose la cara, seguía gritando a voz en cuello: "¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!" 5Entonces Joab fue adonde estaba el rey y le dijo: "Hoy Su Majestad ha llenado de vergüenza a todos sus siervos que le salvaron la vida, y la de sus hijos e hijas y esposas y concubinas. 6¡Usted ama a quienes lo odian, y odia a quienes lo aman! Hoy ha dejado muy en claro que nada le importan sus generales ni sus soldados. Ahora me doy cuenta de que usted preferiría que todos nosotros estuviéramos muertos, con tal de que Absalón siguiera con vida. 7¡Vamos! ¡Salga usted y anime a sus tropas! Si no lo hace, juro por el Señor que para esta noche ni un solo soldado se quedará con usted. ¡Y eso sería peor que todas las calamidades que Su Majestad ha sufrido desde su juventud hasta ahora!" 8Ante esto, el rey se levantó y fue a sentarse junto a la puerta de la ciudad. Cuando los soldados lo supieron, fueron todos a presentarse ante él. Los israelitas, mientras tanto, habían huido a sus hogares, 9y por todas las tribus de Israel se hablaba de la situación. Decían: "El rey nos rescató del poder de nuestros enemigos; él nos libró del dominio de los filisteos. Por causa de Absalón tuvo que huir del país. 10Pero ahora Absalón, al que habíamos ungido como rey, ha muerto en la batalla. ¿Qué nos impide pedirle al rey que vuelva?" 11Entonces el rey David mandó este mensaje a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: "Hablen con los ancianos de Judá y díganles: El rey se ha enterado de lo que se habla por todo Israel. ¿Serán ustedes los últimos en pedirme a mí, el rey, que regrese a mi palacio? 12Ustedes son mis hermanos, ¡son de mi propia sangre! ¿Por qué han de ser los últimos en llamarme? 13Díganle también a Amasá: ¿Acaso no eres de mi propia sangre? Tú serás de por vida el general de mi ejército, en lugar de Joab. ¡Que Dios me castigue sin piedad si no lo cumplo! " 14Así el rey se ganó el aprecio de todos los de Judá, quienes a una voz le pidieron que regresara con todas sus tropas, 15de modo que el rey emprendió el viaje y llegó hasta el Jordán. Los de Judá se dirigieron entonces a Guilgal para encontrarse con el rey y acompañarlo a cruzar el río. 16Pero el benjaminita Simí hijo de Guerá, oriundo de Bajurín, se apresuró a bajar con los de Judá para recibir al rey David. 17Con él iban mil benjaminitas, e incluso Siba, que había sido administrador de la familia de Saúl, con sus quince hijos y veinte criados. Éstos llegaron al Jordán antes que el rey 18y vadearon el río para ponerse a las órdenes del rey y ayudar a la familia real a cruzar el Jordán. Cuando el rey estaba por cruzarlo, Simí hijo de Guerá se inclinó ante él 19y le dijo: Ruego a mi señor el rey que no tome en cuenta mi delito ni recuerde el mal que hizo este servidor suyo el día en que Su Majestad salió de Jerusalén. Le ruego a Su Majestad que olvide eso. 20Reconozco que he pecado, y por eso hoy, de toda la tribu de José, he sido el primero en salir a recibir a mi señor el rey. 21Pero Abisay hijo de Sarvia exclamó: ¡Simí maldijo al ungido del Señor, y merece la muerte! 22David respondió: Hijos de Sarvia, esto no es asunto de ustedes, sino mío. Están actuando como si fueran mis adversarios. ¿Cómo va a morir hoy alguien del pueblo, cuando precisamente en este día vuelvo a ser rey de Israel? 23Y dirigiéndose a Simí, el rey le juró: ¡No morirás! 24También Mefiboset, el nieto de Saúl, salió a recibir al rey. No se había lavado los pies ni la ropa, ni se había recortado el bigote, desde el día en que el rey tuvo que irse hasta que regresó sano y salvo. 25Cuando llegó de Jerusalén para recibir al rey, éste le preguntó: Mefiboset, ¿por qué no viniste conmigo? 26Mi señor y rey, como este servidor suyo es cojo, yo quería que me aparejaran un asno para montar y así poder acompañarlo. Pero mi criado Siba me traicionó, 27y ahora me ha calumniado ante Su Majestad. Sin embargo, Su Majestad es como un ángel de Dios y puede hacer conmigo lo que mejor le parezca. 28No hay nadie en mi familia paterna que no merezca la muerte en presencia de mi señor el rey. A pesar de eso, Su Majestad le concedió a este servidor suyo comer en la mesa real. ¿Qué derecho tengo de pedirle algo más a Su Majestad? 29El rey le dijo: No tienes que dar más explicaciones. Ya he decidido que tú y Siba se repartan las tierras. 30Él puede quedarse con todo le respondió Mefiboset; a mí me basta con que mi señor el rey haya regresado a su palacio sano y salvo. 31También Barzilay el galaadita bajó al Jordán. Había viajado desde Roguelín para escoltar al rey cuando cruzara el río. 32Barzilay, que ya era un anciano de ochenta años, le había proporcionado al rey todo lo necesario durante su estadía en Majanayin, pues era muy rico. 33El rey le dijo: Acompáñame. Quédate conmigo en Jerusalén, y yo me encargaré de todo lo que necesites. 34Pero ¿cuántos años de vida me quedan? respondió Barzilay. ¿Para qué subir con el rey a Jerusalén? 35Ya tengo ochenta años, y apenas puedo distinguir lo bueno de lo malo, o saborear lo que como y bebo, o aun apreciar las voces de los cantores y las cantoras. ¿Por qué ha de ser este servidor una carga más para mi señor el rey? 36¿Y por qué quiere Su Majestad recompensarme de este modo, cuando tan sólo voy a acompañarlo a cruzar el Jordán? 37Déjeme usted regresar a mi propio pueblo, para que pueda morir allí y ser enterrado en la tumba de mis padres. Pero aquí le dejo a Quimán para que sirva a Su Majestad y lo acompañe a cruzar el río. Haga usted por él lo que haría por mí. 38Está bien respondió el rey, Quimán irá conmigo, y haré por él lo que me pides. Y a ti te daré todo lo que quieras. 39La gente y el rey cruzaron el Jordán. Luego el rey le dio un beso a Barzilay y lo bendijo, y Barzilay volvió a su pueblo. 40El rey, acompañado de Quimán y escoltado por las tropas de Judá y la mitad de las tropas de Israel, siguió hasta Guilgal. 41Por eso los israelitas fueron a ver al rey y le reclamaron: ¿Cómo es que nuestros hermanos de Judá se han adueñado del rey al cruzar el Jordán, y lo han escoltado a él, a su familia y a todas sus tropas? 42Los de Judá respondieron: ¿Y a qué viene ese enojo? ¡El rey es nuestro pariente cercano! ¿Acaso hemos vivido a costillas del rey? ¿Acaso nos hemos aprovechado de algo? 43Pero los israelitas insistieron: ¿Por qué nos tratan con tanto desprecio? ¡Nosotros tenemos diez veces más derecho que ustedes sobre el rey David! Además, ¿no fuimos nosotros los primeros en pedirle que volviera? Entonces los de Judá les contestaron aun con más severidad.

La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1999 by www.biblica.com, Inc.®. All rights reserved worldwide.